El Golem

"Los hechos de
la vida de Gustav Meyrink son menos problemáticos
que su obra. Nació en 1868, en Viena. Su madre fue
una actriz (es demasiado fácil comprobar que su obra
literaria es histriónica). Munich, Praga y Hamburgo
se reparten sus años de juventud. Sabemos que fue
empleado de banco, y que abominó ese trabajo.
También sabemos que ensayó dos desquites o dos
maneras de evasión: el estudio confuso de las
confusas "ciencias ocultas" y la
composición de escritos satíricos. Atacó en ellos
el ejército, las universidades, la banca, el arte
regional. ("Arte-escribió-de donde está
ausente lo artístico y donde lo regional es
falsificado".) Desde 1899, la famosa revista
Simplizissimus, publicó sus escritos. De esa época
data su traducción de ciertas novelas de Dickens y
de ciertos relatos de Poe. Hacia 1910 reunió una
ciencuentena de cuentos bajo el nombre paródico El
cuerno mágico del burgues alemán, en 1915 publicó
El Golem.
El Golem es una novela fantástica. Novalis
anheló alguna vez "narraciones oníricas,
narraciones inconsecuentes, regidas por asociación,
como sueños". Tan fácil es componer
narraciones de ésas como imposible es componerlas de
modo que no sean ilegibles. El Golem -increiblemente-
es onírico y es lo contrario de ilegible. Es la
vertiginosa historia de un sueño. En los primeros
capítulos (los mejores) el estilo es admirablemente
visual; en los últimos arrecian los milagros de
folletín, el influjo de Baedeker es más fuerte que
el de Edgar Allan Poe y penetramos sin placer en un
mundo de excitada tipografía, habitado de vanos
asteriscos y de incontinentes mayúsculas...No sé si
El Golem es un libro importante; se que es un libro
único.
Inútilmente tratan de parecérsele las otras
novelas de Meyrink: La noche de Walpurgis, El
rostro verde, El ángel de la ventana occidental.
Gustav Meyrink es asimismo
autor de Murciélagos-una
recopilación de cuentos fantásticos- y de un
fragmento de novela que se titula El
emperador secreto. "

(Jorge
Luis Borges. Textos cautivos. 29 de Abril
de 1938.)




El Golem, de Gustav Meyrink, es una novela que no me suelo cansar de recomendar, al menos para todos aquellos a los que les guste la literatura fantástica y la dramática existencial expresada por simbolismos fantásticos. Llegué a conocerla después de haber leído ya otros relatos cortos del autor (Los contenidos en la recopilación El monje Laskaris, editada, si no recuerdo mal, por Valdemar), que oscilan siempre entre el esoterismo y ocultismo más o menos románticos y a veces hasta ingenuos, y un existencialismo desesperante y fatalista, y eso me animó a asomarme a la obra más célebre del por lo general poco célebre autor. Esperaba que tuviese relación con la conocida leyenda de la judería de Praga, así como con la película de Wegener -La cual, en efecto, sí recoge la leyenda-, siendo esta expectativa felizmente defraudada.
La novela es toda ella simbólica y mágica, de un sobrenaturalismo más latente que explícito, pero que lo tiñe todo, tanto la forma como el contenido, a través de un recorrido por las sombras y miserias del ghetto judío de la Praga de la época imperial -Recordemos que nos situamos en los tiempos del Imperio Austro-húngaro, anteriores a la I Guerra Mundial, con toda la oscuridad de un Romanticismo crecientemente hastiado de la marcha social-.

Propiamente, la narración, en primera persona, nos lleva por el camino que con este transfondo recorre el extraño y mágico protagonista, el orfebre Athanasius Pernath. Comienza en su humilde habitación en uno de los bloques de edificios del barrio, para paulatinamente, como desperándose del sueño renuente, darse cuenta de que no recuerda su pasado ni quién es realmente, ni que le une con los extraños personajes que le rodean, desde el inteligentísimo y consumido estudiante Charoussek al sabio archivero Hillel y su hermosa hija, pasando por la corrupta Rosina, el inicuo comerciante Wassertrum o los entrañables amigos que acompañan al protagonista.
La Cábbala y la figura del Golem -cuya aparición, entrevista, intuida y nunca clara, anuncia siempre cambios y acontecimientos- son la fuente de los signos y símbolos que van jalonando el camino del protagonista, quien en medio de las tramas en las que se ve envuelto va recordando quién era y cómo llegó a olvidarlo. Desde ahí, siguiendo un género de cierto peso en el periodo de entreguerras y por algún absurdo prejuicio olvidado, la historia se convierte en el recorrido iniciático del mago y del hombre en busca de sí mismo y de su última verdad, desde el primer amor que le llevó a la locura y la perdición, a la recuperación de su identidad espiritual.
Personalmente, es una lectura que me marcó por las circunstancias en las que me enfrenté a ella y porque me he sentido muy identificado. No dejo de considerar que pueda ser así para todo aquél que se sienta en un camino y una búsqueda, que siempre son unitarias en la relación entre el espíritu y el Mundo. Ya me diréis si os animáis a leerla.


"¿Quién era el desconocido que entró en mi alcoba y me dio el libro Ibbur; le vi despierto o en sueños?", quise preguntarle, pero Hillel me contestó antes de que pudiera expresar estos pensamientos con palabras.
-Supón que el hombre que vino a ti, y al que llamas el Golem, significa el despertar de los muertos gracias a la más interna vida del espíritu. ¡Todas las cosas sobre la Tierra son sólo un símbolo eterno, envuelto en polvo!
>>¿Cómo piensas con los ojos? Cada forma que ves la piensas con la vista. Todo lo que ha adquirido una forma fue antes un fantasma.
Sentí cómo los conceptos que hasta entonces habían estado anclados en mi cerebro se soltaron y surcaron, como barcos sin timón, un mar sin orillas.
Hillel continuó con absoluta tranquilidad:
-Quien ha sido despertado, ya no puede morir. Dormir y morir son lo mismo -"¿...ya no puede morir?" Me sobrecogió un dolor sordo-. Dos sendas corren paralelas: el camino de la vida y el camino de la muerte. Tú has cogido el libro Ibbur y lo has leído. Tu alma se ha preñado del espíritu de la vida-le oí decir.
-Hillel, Hillel, déjame seguir el camino que todos los hombres recorren; ¡el de la muerte!-Gritó todo ferozmente dentro de mí.
La cara de Schemajah Hillel quedó rígida y seria.
-Los hombres no recorren ningún camino, ni el de la vida ni el de la muerte. Flotan como la paja en la tormenta. En el Talmud está escrito: "Antes de que Dios creara el Mundo, puso delante de los seres un espejo; en él vieron primero los dolores espirituales de la existencia y los placeres consiguientes. Entonces unos tomaron sobre sí las penalidades. Otros, sin embargo, se negaron a ello, y a éstos los borró Dios del libro de la vida". Tú, en cambio, recorres un camino y lo sigues, además, por tu libre voluntad... aun cuando ya no lo recuerdes: tú has sido llamado por ti mismo. No te aflijas: poco a poco, cuando llega el conocimiento, llega también el recuerdo. Conocimiento y recuerdo son lo mismo.

Hace ya mucho tiempo que me lo leí y creo que debería al menos releermelo porque no me acuerdo mucho y creo que voy a enterder mejor el libro ahora. Esta historia siempre me ha gustado mucho, espero que en esta segunda lectura no me defraude. Muy buen libro